Aprender es más difícil que nunca

Introducción

Con toda la información que tenemos tan fácilmente accesible, ¿cómo se le ocurre a alguien decir que "aprender es más difícil que nunca"?

Cuando afirmo con certeza lo que digo en el título de este articulo evidentemente no me refiero a que haya una falta de información o una dificultad para acceder a ella.

Me refiero a algo mucho más siniestro; a algo que es, de hecho, una consecuencia directa de la abrumadora cantidad de información de la que actualmente disponemos.

Dopamina o: porqué quiero esto y lo otro

Los neurotransmisores han ganado bastante popularidad en la última década. La única explicación de este fenómeno es que el ser humano moderno se preocupa por lo que ocurre dentro de su cerebro porque busca mejorar su salud... para mejorar su rendimiento (esta nueva obsesión cultural es digna de un artículo completo, así que la trataremos en otro momento).

Volviendo a los neurotransmisores: de toda esta clase de compuestos orgánicos, la dopamina es quizá el más conocido. Esta pequeña molécula juega un papel fundamental en la atención, en el aprendizaje (más acerca de esto después) y en el sistema de motivación-comportamiento-recompensa de los seres humanos.

La molécula en cuestión

La dopamina es el porqué de nuestras vidas. Es la gasolina que alimenta el motor de la voluntad. Si somos lo que practicamos, debemos lo que somos a la dopamina.

Para el ser humano promedio existe una multitud de sucesos que derivan en una segragación de dopamina y la consecuente sensación de placer. Comer, moverse, tener un orgasmo y consumir algunas sustancias psicoactivas son claros y conocidos ejemplos de actividades que aumentan los niveles de dopamina.

Otro evento, aunque no tan conocido como los anteriores, que también influye en la liberación de esa deliciosa dopamina es la exposición a la novedad.

Mí gustar nuevo

La novedad, lo desconocido, lo nunca visto es un potente estimulante para la generación de dopamina. La teoría que explica este fenómeno se basa en que para nuestros antepasados homínidos unos niveles constantes de dopamina (no muy por encima de lo normal) les ayudaban a estar bien atentos a su entorno cambiante con el fin de maximizar su supervivencia si se topaban con [y salían vivos de] una situación novedosa.

La novedad en la modernidad

Antes de nada quiero aclarar que cuando digo "modernidad" no me refiero a la Edad Moderna entendida como el periodo de la historia que va desde el "descubrimiento" de América hasta la Revolución francesa. Generalmente, cuando digo "modernidad" me refiero a la auténtica modernidad. Ya sabes, la del motor de combustión interna, el asfalto, los edificios rascacielos, la energía atómica y los computadores; y, en el caso de este artículo, la modernidad que empieza con la llegada del tercer milenio, alias Siglo XXI, alias la era de Internet.

Llegamos, por fin, al quid de la cuestión. Si tienes algo de cabeza sabrás por donde van los tiros, y si no... pues deja que te lo explique.

Con el advenimiento de Internet el homo sapiens promedio está expuesto, día tras día, a una cantidad ingente de información, mucha de la cuál (por no decir toda) consume, sin sorpresa alguna, por voluntad propia.

Para el ser humano promedio las redes sociales y lo dispositivos móviles se han convertido, respectivamente, en el origen y en la vía de suministro de la novedad.

Un lento gotero de originalidades que actúa como una pequeña (pero constante) fuente de dopamina a la que podemos acceder al precio que supone sacar el móvil del bolsillo, abrir la red social de preferencia y empezar a darle uso al pulgar. Tanta información a cambio de tan poca energía: placer eficiente.

La cuestión del aprendizaje

Para aprender se requieren dos cosas:

La educación en la era moderna debe acomodarse la nueva realidad: los problemas de atención junto con la nueva adicción a la dopamina nos han convertido en seres incapaces de aprender.

Aquí es donde reside el mayor reto de la educación y del aprendizaje en general:

Un profesor debe competir contra la tecnología por la atención de sus alumnos y, cuando estos dejan de lado la tecnología y empiezan a prestar atención, el contenido que imparte el profesor debe ser más interesante que lo que los alumnos hacían hace apenas unos instantes.

En el caso de la formación autónoma (en la que un individuo pretende adquirir conocimiento por su cuenta propia), el aprendiz debe resistir el ansia de abrir una red social, jugar a videojuegos, consumir pornografía, etc.

En ambos casos, se está luchando contra todo el momento que llevan unos potentes mecanismos biológicos que han sido perfeccionados durante millones de años.

La solución

Bueno, ya sabemos cuál es el problema; ahora, ¿qué puede hacer uno para escapar esta pesadilla?

La solución es absurdamente simple: abstención. Abstenerse del comportamiento que causa el problema es la única cura. La regla es sencilla: cuanto más se abstenga uno, más capacidad de concentración (y motivación en general) recuperará.

Si uno desea restaurar su atención a un nivel sano, que le permita abordar todo tipo de situaciones, especialmente aquellas en las que desee adquirir nuevo conocimiento, uno debe, por lo que más quiera, arreglar la mella que años de abuso de la tecnología han dejado en su cabeza. Entiendo que esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero sin duda se trata de algo que está perfectamente al alcance de cualquiera. Recuerda: donde hay una voluntad hay un camino.


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